Así lo
llamaba yo, mi último refugio. Ahora, tristemente, ha desaparecido.
En los
primeros meses de mi arribo a la ciudad de Panamá, procuraba encontrar algún
entorno que llenara esas necesidades de sumergirme en una buena sala de cine y
una buena librería. La primera, la encontré primordialmente en los cines
Alhambra en vía España, que para el momento en que no existían aún los centros
comerciales, era el lugar por excelencia para apreciar buen cine, y que además
de las películas de actualidad, se podía dar el lujo de disfrutar
especiales y talleres cinematográficos para espectadores selectos. Desde hace
algo más de un año, ya no existe.
Y la
segunda, a muy escasos metros de allí, era la librería Argosy, un pequeño local
que personalmente me atrapaba con ese encanto único que nada más poseen las
tiendas clásicas de libros. El sonido de la campanilla al entrar era la
apertura a otro mundo, las notas de un saxofón o un piano al ritmo del más
exótico jazz orquestaba el protocolo de bienvenida, y el recibimiento siempre
amable de sus propietarios permitía su estancia por horas, en la búsqueda de
ese título especial, que sería devorado con placer en el silencio de la noche. En
medio de cuadros de artistas de cine, postales
y otras curiosidades, miles de libros se levantaban de piso a techo para
la más intrépida y minuciosa exploración, una agradable tarea que podía llevar horas,
porque en algún rincón, casi escondido, siempre estaba al menos una copia olvidada
de esos autores que descubrí tardíamente; Kerouac, Ginsberg, Faulkner, Capote,
Wolfe, entre otros, que naturalmente no encontraría en ningún otro lugar, y que
aumentaron más esa pasión por la buena literatura y por supuesto la frecuente
visita a este maravilloso lugar.
Hoy,
para mi sorpresa, me encuentro que la librería ya no está, ha sido derrumbada
totalmente, y apenas logré capturar la última imagen de su fachada, como un
último recuerdo en medio de escombros bañados por la lluvia. Hubiera querido
tener una imagen más viva, reciente, pero sólo quedan los libros que hallé en
su momento, que gracias al poder de la palabra escrita, me permitieron
encontrar nuevos caminos y mundos diferentes, en el último bastión de la
lectura.