Thursday, April 18, 2013

El ultimo bastión de la lectura


Así lo llamaba yo, mi último refugio. Ahora, tristemente, ha desaparecido.
En los primeros meses de mi arribo a la ciudad de Panamá, procuraba encontrar algún entorno que llenara esas necesidades de sumergirme en una buena sala de cine y una buena librería. La primera, la encontré primordialmente en los cines Alhambra en vía España, que para el momento en que no existían aún los centros comerciales, era el lugar por excelencia para apreciar buen cine, y que además de las películas de actualidad, se podía dar el lujo de disfrutar especiales y talleres cinematográficos para espectadores selectos. Desde hace algo más de un año, ya no existe.
Y la segunda, a muy escasos metros de allí, era la librería Argosy, un pequeño local que personalmente me atrapaba con ese encanto único que nada más poseen las tiendas clásicas de libros. El sonido de la campanilla al entrar era la apertura a otro mundo, las notas de un saxofón o un piano al ritmo del más exótico jazz orquestaba el protocolo de bienvenida, y el recibimiento siempre amable de sus propietarios permitía su estancia por horas, en la búsqueda de ese título especial, que sería devorado con placer en el silencio de la noche. En medio de cuadros de artistas de cine, postales  y otras curiosidades, miles de libros se levantaban de piso a techo para la más intrépida y minuciosa exploración, una agradable tarea que podía llevar horas, porque en algún rincón, casi escondido, siempre estaba al menos una copia olvidada de esos autores que descubrí tardíamente; Kerouac, Ginsberg, Faulkner, Capote, Wolfe, entre otros, que naturalmente no encontraría en ningún otro lugar, y que aumentaron más esa pasión por la buena literatura y por supuesto la frecuente visita a este maravilloso lugar.
Hoy, para mi sorpresa, me encuentro que la librería ya no está, ha sido derrumbada totalmente, y apenas logré capturar la última imagen de su fachada, como un último recuerdo en medio de escombros bañados por la lluvia. Hubiera querido tener una imagen más viva, reciente, pero sólo quedan los libros que hallé en su momento, que gracias al poder de la palabra escrita, me permitieron encontrar nuevos caminos y mundos diferentes, en el último bastión de la lectura.


Friday, February 08, 2013

Pedaleando por las calles

Desde hace algunas semanas opté, casi que de forma definitiva el dejar el carro en casa, y recurrir a esa vieja y sana tradición de movilizarme hacia la oficina en bicicleta, obteniendo de forma inmediata beneficios económicos (menos consumo de gasolina), saludables (rendimiento físico) y terapeúticos (cero estrés por el tráfico). Claro está que habrá excepciones, porque el llegar a una reunión empapado de sudor, en licra y casco no es la forma más adecuada de presentarse, pero por el momento, la satisfacción de continuar con una de mis pasiones extremas en dos ruedas, hace que cambien muchas cosas de mi rutina.
Las calles de Panamá son salvajes, la agresividad en el volante es inadmisible, la poca y casi nula cordialidad y respeto hacia los semejantes es intimidante, y cuando se pedalea en horas pico, el riesgo de un accidente es bastante alto, en donde las vías ya no son suficientes para un parque automotor elevado, y los espacios se reducen al punto, que hasta las aceras son minúsculas para los peatones.
La cultura del uso del automovil en una ciudad con un clima tropical húmedo que siempre supera los 30 grados, deja al transeúnte en desventaja, y por tal razón lo limita, evitando siempre cortas caminatas bajo el sofocante sol, por lo que, la opción de un medio de transporte de pedal no es atractiva para nadie.
Ahora bien, el impetu por el uso recreativo y competitivo de la bicicleta se hace notar cada vez más, y aunque sólo sea en ese entorno, se requiere igual de más espacios, como la ciclovía, que gracias a algunas entidades, han adoptado esta iniciativa para aplicar los primeros domingos de cada mes, cerrando una fracción de una importante avenida para sacar las bicicletas, correr o caminar, la consigna es, moverse.
Mientras tanto seguiré burlando el tráfico, apabullando quienes siguen detrás de un volante lentamente por horas, porque sencillamente, tomé una mejor opción. ¿Pedaleas conmigo?