Wednesday, February 26, 2020

Mujer Montaña



Lentamente aprendí a crecer, lejos del tiempo que no pueden ver tus ojos. Y junto a mí, casi tomadas de la mano, crecieron otras como yo en una cadena verde que se extiende sobre la llanura, como las ondas que mueve el mar.
Y te contemplo sin que lo notes, mientras tu juego desborda imaginaciones de colores y fantasía que se convierten en risas que me trae el viento.  Y aunque no me escuches, te hablo en susurros de agua que bajan lentamente, hasta gritar cuando la corriente aumenta y choca contra las rocas, sólo para que sepas que sin esas lágrimas, no podrías calmar la sed de tus días calurosos, bajo ese sol milenario que nunca se apaga. 
Ese mismo sol que ha hecho que broten de mi piel, los más ricos manjares; hortalizas, frutas, legumbres, que no faltan nunca sobre tu mesa, porque siempre hay alguien que aprendió con esmero a labrar con sus manos diariamente sobre mi, montones de surcos para la siembra. 
Es el milagro de la vida, la semilla de la que nace un ser vivo. Hojas verdes que brillan con el rocío de la mañana y se transforman; flores, frutos, pétalos que bailan con la brisa y el canto de las aves que acompañan la armonía que me envuelve. 
Sigo creciendo y me muevo lentamente así te parezca que no es así, porque tus pasos no son los mismos con los que yo avanzo, y sobre mi se seguirán tejiendo leyendas mientras sigas protegiéndome porque ese es tu deber: cuidar de los árboles que me rodean, de los ríos que bajan por mis costados, y de no permitir que nada enturbie su transparente agua, el agua que calma tu sed de los días calurosos de juegos, risas y fantasía.                       



Relato escrito para el Picnic Literario infantil (2018), organizado por Aventuras Para Llevar. 

Sunday, February 23, 2020

El lenguaje y su evolución.



A propósito de una columna del escritor y periodista español Arturo Pérez-Reverte, es preocupante que ahora se esté usando el lenguaje como instrumento reaccionario, ante la ya marcada polarización que estamos viviendo. Y aunque esto parece suceder por ahora en España, no hay que asombrarse que se propague a estas latitudes más rápido que el “coronavirus”. Hay un análisis interesante para rescatar de la columna del gran Pérez-Reverte, dejando a un lado el pensamiento político, y es la exclusión social involuntaria y perversa a la que estamos acostumbrados, ante la diferencia de expresión verbal y escrita del ajeno, del otro, para establecer inmediatamente su condición cultural, y segregarlo de manera desaforada, dependiendo el caso, a una escala social establecida por el desequilibrio, por el abandono, por la falta de oportunidades. Y es este mismo lenguaje menesteroso, que ha sido moldeado por la carencia, la que establece su rango en nuestra sociedad. Pero también el lenguaje marca territorios, regiones, nos da un sentido de pertenencia, y cada uno de estos ha sido acondicionado de acuerdo a su propio pensamiento y desarrollo. Nuestro lenguaje, y la forma que lo usamos nos define como persona, nos caracteriza y moldea nuestra identidad, pero usarlo ahora como arma contestataria es el último recurso de quien carece de argumentos para defender sus ideas. La excusa insulsa del ignorante.



Esa riqueza del lenguaje, de la que tanto nos ufanamos, ha sido regularizada por naturaleza, y el conocimiento de sus normas para su correcto uso hace eficiente nuestra comunicación, y permite que nuestras ideas sean expresadas con precisión y claridad. Precisamente ahora que escribo esto, procuro usar las palabras justas, escritas como debe ser, con las pausas adecuadas, buscando hacerme entender, pero ahora quiero pensar si estas mismas ideas serían rechazadas obviando la norma, con fallas ortográficas y palabras mal escritas. 

Nuestro lenguaje de por sí es sumamente vulnerable, y como bien apunta el escritor, es un “mecanismo social vivo y cambiante” y cada quien se empeñará en usarlo a su manera, de acuerdo a su entorno, y a la forma como se comunica con sus semejantes. Establecemos nuestra propia tribu de acuerdo a como nos expresamos, y poseemos un don maravilloso que usamos en un mínimo porcentaje, por desconocimiento, por desidia, y por la limitaciones que nosotros mismos nos imponemos. El lenguaje seguirá cambiando progresivamente y pasarán muchos años hasta ver transformaciones significativas radicales, y quizás una división más marcada por quienes “hablamos y escribimos bien”, y los que no, y se levantarán muros fronterizos con nuevas ideologías marcadas por un diccionario.