Saturday, November 11, 2017

Silencio

No se puede conseguir un estado de paz sin encontrar el silencio. Desafortunadamente nuestros ritmos de vida suicidas nos consumen lentamente sin darnos cuenta, sin comprender lo que verdaderamente sucede a nuestro alrededor, sin percatarnos por un minuto que algo no está en su sitio, es decir, no es normal que una exposición constante al ruido sea el ambiente más sano o adecuado para vivir.

Estamos habituados a los sonidos estridentes en todo momento, desde un despertador a primera hora de la mañana que nos sacude drásticamente, o en su defecto, el constante ruido de la calle que hace intermitente las sagradas horas de sueño; motores de todo calibre, la música que se filtra de un bar, gritos, sirenas, un infortunio choque, el televisor insomne del vecino, gatos en celo y uno que otro noctámbulo iracundo, van sumando la sinfonía disonante callejera, y que va in crescendo con el avanzar del día. Y así nos adaptamos, sin saber que con cada decibel nuestra salud mental se ve afectada gradualmente, elevando los niveles de ansiedad y perdiendo la armonía natural que ha sido configurada para beneficio de nuestro sistema inmunológico.

Este mundo occidental tardío comienza a explorar el misticismo de lograr el contacto consigo mismo, a través de prácticas milenarias de oriente, representadas en diversas disciplinas, pensamientos e ideologías de gran impacto espiritual, que en su mayoría buscan por medio de la meditación ese encuentro interior, permitiendo abrir un canal desconocido de la mente, que siempre ha estado obstruido por el culto a la materia y el consumo. Y aunque en la práctica resultan beneficioso, no es absoluto cuando sólo se destina el mínimo porcentaje de nuestro tiempo para ello.

Hace unos meses escapé de la ciudad. Y digo que escapé, porque me sentía prisionero, o como llaman los 'expertos' de las relaciones humanas, atrapado en mi zona de confort. Creo haber llegado a un estado consciente de mis necesidades personales, y una de ellas es la tranquilidad que pueda encontrar en un entorno apacible, casi aislado, lejos del mundanal ruido, la celeridad y el preocupante comportamiento agresivo que esto produce en la gente.

Es la montaña, la que se ha convertido en mi refugio temporal y en donde he iniciado esa búsqueda interior, permitiendo cada día encontrar en pequeños detalles, un significado más profundo de nuestra permanencia por este mundo, y es su atmósfera natural la que me ayudará a alcanzar ese estado de paz y transformación interior, que pueda compartir en experiencias que ayuden a verdaderos cambios personales.

Sunday, October 29, 2017

De nuevo

Dicen por ahí que siempre hay una primera vez, pero, cómo entender también que hay segundas, terceras, y hasta infinitas oportunidades en nuestras vidas, sin importar lo que hagamos, lo hacemos una vez, y seguimos haciéndolo hasta alcanzar la excelencia, o simplemente es como una necedad en insistir impulsado por caprichos obsesivos.
Esa primera vez será una constante hasta el fin de nuestra existencia, la primera palabra, el primer paso, el primer beso, la primera caída, la primera pérdida, el primer impulso. Y así continuamos en un aprendizaje incesante sobre nuestra propia experiencia. Cerrando ciclos. Iniciando nuevos.
Intento muchas veces recoger pensamientos, ideas, o tan sólo palabras que colecciono para darle forma en ficciones pero no hay una constante, y acumular eso en la mente parece que resulta nocivo si no existe la catarsis necesaria para evacuar todo eso que acumula la mente, por ende, el espíritu se ahoga. Represiones sentimentales.
Es así que vuelvo a este formato. Insisto que puedo seguir explorando las ideas y posiblemente llegar a algo concreto para lograr compartirlas sin tener que ser guardadas en hojas sueltas o cuadernos que se van pudriendo con el tiempo, y hacer que respiren, que vuelen sin pretender ser comprendidas, tan sólo que sean libres, como quiero en algún momento de mi vida ser, sin claustros ni refugios y dejar soltar todo para alivianar el equipaje de este viaje que casi siempre permanece anclado por circunstancias que nosotros mismo construimos. Seguimos de nuevo, como la primera vez.