Las calles de Panamá son salvajes, la agresividad en el volante es inadmisible, la poca y casi nula cordialidad y respeto hacia los semejantes es intimidante, y cuando se pedalea en horas pico, el riesgo de un accidente es bastante alto, en donde las vías ya no son suficientes para un parque automotor elevado, y los espacios se reducen al punto, que hasta las aceras son minúsculas para los peatones.
La cultura del uso del automovil en una ciudad con un clima tropical húmedo que siempre supera los 30 grados, deja al transeúnte en desventaja, y por tal razón lo limita, evitando siempre cortas caminatas bajo el sofocante sol, por lo que, la opción de un medio de transporte de pedal no es atractiva para nadie.
Ahora bien, el impetu por el uso recreativo y competitivo de la bicicleta se hace notar cada vez más, y aunque sólo sea en ese entorno, se requiere igual de más espacios, como la ciclovía, que gracias a algunas entidades, han adoptado esta iniciativa para aplicar los primeros domingos de cada mes, cerrando una fracción de una importante avenida para sacar las bicicletas, correr o caminar, la consigna es, moverse.
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